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Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



miércoles, 27 de julio de 2016

EL DÍA DE LOS CUENTOS





El verano está lleno de oportunidades para la felicidad de educar. Sí, la felicidad: un privilegio que puede pasar desapercibido para los padres de niños pequeños porque suele estar envuelto en cansancio. 

Para convertir una tarde de tormenta o un largo viaje en automóvil en el "Día de los Cuentos", pueden servirnos algunas técnicas de la “Gramática de la Fantasía” de Gianni Rodari. Aquí van algunas que recuerdo haber empleado con mis propios hijos:


1.  El binomio fantástico: Unir dos palabras e inventarse un cuento.Por ejemplo: de perro y zapato, el zapaperro. A ver lo que sale de ahí.

2.  ¿Qué pasaría si...“nuestros nuevos vecinos fueran unos osos”? A dejar volar la imaginación parental con las preguntas y a disfrutar de las respuestas.

3.  El prefijo arbitrario. Transformamos las palabras en otras y nos inventamos su definición. Por ejemplo: el minirascacielos, la maximanta, el microhipopótamo. ¿Qué son?

4.  El error creativo: ¿Qué pasaría si las hermanastras de Cenicienta fueran hermanastros? ¿Y si la casita de chocolate fuera una cajita de chocolate?

5.   A partir de la solución, construir la adivinanza.

6.  Equivocar historias: Caperucita verde visitaba a su tía Rosita que vivía en la ciudad...

7.  Construir una historia con palabras que evoquen y una que rompa. Por ejemplo con: niña, bosque, cesta, lobo, abuela y helicóptero.

8.  ¿Qué pasó después? Continuar el cuento más allá de su final

9.  Ensalada de fábulas: Pinocho llega a la casa de los siete enanitos, el lobo se encuentra en el bosque a Hansel y Gretel...

Y mi favorita, de cosecha familiar, el diccionario desconocido: ¿Qué es una "fibrosilla"?


Este verano os animo a disfrutar del espectáculo de la creatividad de los niños. Es divertido, es inolvidable y puede poner las bases de esa riqueza imprescindible que es la comunicación constante y directa con nuestros hijos.

sábado, 2 de julio de 2016

viernes, 1 de julio de 2016

Sorolla en Gaza

                                   Agencia EFE 2016: Niños de la Franja de Gaza


La luz del Mediterráneo refulge en la piel de estos niños de Gaza, felices por el baño en la mar limpia y fresca. Así, tal como están ellos, desnudos y concentrados en la certeza de estar vivos, pintó Joaquín Sorolla en 1916, hace exactamente cien años, a unos niños valencianos. El artista plasmó con sus pinceles la misma infancia, la misma luz, el mismo mar del que beben estos chiquillos.  Sus “Niños en la playa” gozan, igual que estos, como si la tarde de verano no hubiera de terminar nunca.

Nadie sabe lo que deparó el futuro a los pequeños bañistas para quienes el Arte detuvo el tiempo. Si tenían diez años cuando los conoció Sorolla, tal vez participaron, aún imberbes, en la Guerra de África; al fin y al cabo el desastre de Annual sucedió en 1921. Si llegaron a la edad adulta, combatieron sin duda en la Guerra Civil que desangró hasta la extenuación las dos mitades irreconciliables de aquella España. Tal vez perdieron la vida en una cualquiera de las mil batallas. De la misma forma, nadie puede saber qué deparará el futuro a estos niños palestinos, cuyo destino los ha llevado a conocer el terror de un combate perpetuo en la Franja de Gaza.

Otros niños de esta misma edad, mis alumnos, se iniciaron durante este curso pasado en la Historia. Lo que más les sorprendió fue la cantidad de guerras. Uno de ellos, cuando leyó que hubo alguna vez una “Guerra de los Cien Años” me dijo con los ojitos muy abiertos: “¡Eso debe de ser lo que llaman el caos!”

Para este chiquillo, que es por cierto bastante revoltoso y peleón en el patio de recreo, el conflicto es consustancial, porque cada niño necesita afirmar su identidad y su diversidad frente al mundo.  Pero una vez resuelto ese conflicto, ahí está el mar para reír con el amigo, para salpicar, dar volteretas y hacer aguadillas; para atragantarse con agua salada de la buena, no de la que brota en nuestras lágrimas.

La guerra es la sombra que amenaza esta playa de luz; la quimera que llena de cuerpos rotos el mismo mar en que estos niños se bañan. La guerra es patrimonio adulto, nuestro empeño y nuestra responsabilidad. Y tal vez la prueba más palmaria de nuestro pecado original.

No sabemos qué os deparará el futuro, niños de Gaza. Vamos a respetar vuestro baño como si, al igual que vosotros, creyésemos que esta tarde de verano no va a terminar nunca.