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miércoles, 18 de febrero de 2015

Familia o escuela




En 1940 los padres de Lola decidieron educarla en casa. La niña, que recibía clases de piano y cultura general, descubrió pronto que era fácil escaparse porque las sesiones comenzaban cuando ella estuviese dispuesta. Luego quiso iniciar el bachillerato pero el instituto fue un contraste tan brusco que desembocó en fracaso.

Lola es mi madre. Sé que guarda resentimiento por las puertas que sus padres le cerraron, por los aprendizajes sociales que hubiera necesitado, y por la burbuja irreal que le deparó después tantos encontronazos con la vida.

 Hoy retorna esta manera de educar, envuelta en papel de regalo y denominada homeschooling para darle mayor brillo. En la mayor  parte de los casos, constituye un retroceso profundo. La enseñanza en casa solo es accesible para rentas y niveles culturales altos – o para tendencias ideológicas extremas- y separa a los niños de las experiencias de socialización, investigación, autoconocimiento y ética que proporciona la convivencia escolar. Quienes toman esta decisión niegan que la educación sea algo más complejo, más social, que el aprendizaje. Y luego, claro, tienen que acudir a “lugares de socialización para niños que aprenden en casa”, una paradoja que cuesta comprender.
 
Yo soy maestra, amo todo lo que la escuela puede hacer y necesito a la familia. Esa persona que entra en clase cada mañana nos necesita a ambos- familia y escuela- en perfecto equilibrio y respeto.

Artículo escrito para el periódico El Mundo
 

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