BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



viernes, 6 de noviembre de 2015

PARA CONTRIBUIR AL DEBATE SOBRE LAS RETRIBUCIONES


 
 
Lo primero que ha conseguido el Libro blanco del profesorado es generar una polémica absurda sobre un imposible planteado antes de tiempo: los profesores cobrarán más o menos según los resultados.
Una vez más, el razonamiento profundo se ve lastrado por la necesidad de “titulares” o de distractores de la atención del público; no quiero pensar que sea simplemente por banalidad.

Quisiera contribuir al debate con dos puntualizaciones:

La primera: la carrera docente debe contener, para ser tal carrera, complementos retributivos adecuados, pero es imposible debatir sobre el contenido y la situación de los mismos sin haber diseñado previamente, con cuidado y con calma, cómo va a ser esa carrera docente. Así que, una vez más, empezamos la casa por el tejado, nos peleamos un rato por el grosor de las tejas, derrochamos en la compra de dos o tres chimeneas y, como dijo el clásico, luego fuese y no hubo nada. Nunca construimos la casa.

La segunda: las retribuciones de un profesor nunca pueden estar relacionadas con los resultados de sus alumnos, ni cualitativos ni cuantitativos, porque según nos señalan machaconamente todos los estudios internacionales, estos resultados están muy relacionados también con el entorno social y económico de las familias. Las retribuciones de un profesor, si forman parte de su carrera docente, deben estar relacionadas únicamente con el profesor mismo: su formación, puesta en marcha y participación en actividades de innovación y mejora educativa; implicación en la mejora del centro; investigaciones; creación de materiales y recursos…

Un profesor no es un vendedor que pueda ganar más o menos según los beneficios económicos que aporte a su empresa; ni un futbolista a quien se incentive con primas para que meta goles; los profesores- y ahora parafraseo a mis alumnos- jugamos en otra liga.

lunes, 26 de octubre de 2015

El Libro Blanco del Profesorado


 

Con el encargo a José Antonio Marina de un “Libro Blanco del Profesorado”, por parte del ministro de Educación, vuelve a la palestra el anhelado Estatuto Docente. Me parece buena idea y, aunque estemos en vísperas de elecciones, buen momento. Abordar las características propias de la docencia como profesión es un asunto esencial, y no debe asociarse ni a un gobierno concreto ni a una legislatura. Por eso, empezar ahora es hacerlo a tiempo. O quizá, hacerlo por fin.

Si somos capaces de trabajar este documento en serio - terminando cuando se termine -por encima de partidismos, el Libro Blanco del Profesorado puede convertirse en el primer capítulo de un acuerdo transversal, social y político, sobre la educación. No es por tanto un tema banal.

Se trata de establecer el marco en el que estarían contempladas las características propias de la docencia, por una parte como profesión en general y, por otra, como función pública en particular. Una suerte de Constitución que marcaría las diferencias sustanciales que tiene nuestro trabajo con respecto a otros, establecería las modificaciones necesarias en el acceso y la formación, marcaría el trayecto de la carrera docente y mostraría claramente el indisoluble componente ético que convierte la tarea de cada profesor en una “forma de ser”.

No obstante, requiere de unos acuerdos previos. El primero debería ser un criterio integrador, por encima del freudiano “narcisismo de las pequeñas diferencias” que lastra tantas decisiones en educación.

El segundo acuerdo debería provenir del respeto a la igualdad de derechos del profesorado español, sea cual sea su lugar de origen o su situación en los distintos Cuerpos docentes y niveles educativos.

El tercer acuerdo debería estar basado en la certeza de que la docencia es una profesión esencial, que merece el máximo respeto y apoyo por parte no solo de la familia y la sociedad sino de los gestores políticos. De ellos han partido en los últimos años los mayores ataques a nuestra dignidad y profesionalidad, en una suerte de “mundo al revés” que no puede volver a repetirse. A cambio, como es lógico, los profesores estamos obligados, profesional y moralmente, a ser ejemplares. Y con esto abro los puntos suspensivos que deben llevarnos, por fin, a la asunción de un código deontológico.

 
Me resulta incomprensible, lo confieso, que no se haya establecido nunca para el profesorado español este elemento de identidad. Lo interpreto como consecuencia de una falta de interés histórica por la educación y sus actores. Los códigos deontológicos de la Medicina, el Periodismo, el Derecho o las carreras técnicas marcan para sus respectivos miembros la frontera entre una labor cualquiera y una profesión- tarea que se profesa, es decir, que tiene unos requisitos muy definidos, de los que cada sujeto puede hablar-. En pocas palabras, constituyen un elemento de autorregulación. El Colegio de Doctores y Licenciados puso en marcha una iniciativa hace años pero apenas tuvo eco. Espero sinceramente que llegue por fin ese juramento hipocrático de la enseñanza, ya que, por sí solo, es capaz de aumentar la consideración social y profesional. Y no hay que temer la ideologización porque los valores de un profesor se fundamentan en certezas muy sólidas, escritas en todas las Declaraciones de Derechos Humanos.

Por último – pero solo por falta de espacio- deberíamos partir de un acuerdo sobre la carrera, el segundo elemento de identidad de cualquier profesión. Más allá de la cuantía de las retribuciones- que son modificables y deben serlo siempre al alza-, se trata del reconocimiento tangible al esfuerzo, la vocación, la generosidad y la energía de tantos miles de docentes.

Animo al profesor Marina a avanzar en este Libro Blanco teniendo en cuenta la realidad de los claustros, en la certeza de que hoy la unidad básica de funcionamiento escolar ya no es el profesor aislado sino el centro en su conjunto. Y también me atrevo a rogarle que no se conforme con la lluvia de ideas de Internet sino que hable cara a cara con grupos de profesores de diferentes características, porque todo lo que debe contener el Libro Blanco del Profesorado lo sabemos los profesores mejor que nadie.

viernes, 23 de octubre de 2015

El debate debe volver a la educación


 
 
Cuenta Stefan Zweig que los compañeros de Vasco Núñez de Balboa, cuando llegaron por primera vez al océano Pacífico, bebieron de sus aguas para probar si tenían sabor salado. He utilizado esta imagen en otras ocasiones pero la empleo de nuevo porque el panorama ante el que se encuentra la educación no puede pintarse con una metáfora más acertada. Y porque me emociona pensar en aquellos hombres en busca de las referencias de un nuevo mundo justo cuando mis nuevos alumnos acaban de entrar en clase.

Para definir la complejidad de la educación en España, basta decir que una ley estatal en desarrollo no se aplica en todos los territorios. La LOMCE no está bien hecha: no ha establecido un consenso sobre la mejora del sistema educativo, ni ha satisfecho las demandas ni ha abordado las soluciones a los problemas. El curso ha comenzado con una sociedad dividida por la intervención política, con problemas para la movilidad del alumnado, con los centros desbordados ante la complejidad de las nuevas demandas y escépticos sobre su continuidad, y las familias sujetas a los vaivenes editoriales. La intervención curativa es urgente pero, de momento, vamos a comenzar un nuevo e interminable periodo electoral. Una vez más nos ahogarán las palabras; una vez más puede pasar de largo la hora de actuar.

Volverá a los titulares, seguramente, el debate sobre un pacto por la educación. Sin duda, los mayores retos en política educativa son el acuerdo general básico sobre los requisitos para la mejora de la educación y mantener la estabilidad cuando dicho acuerdo se alcance. Al menos, la generación que este curso inaugura su vida escolar podría decir que ha conocido una sola ley educativa: la buena. Los gestores deben convencerse de que no saldremos de la crisis sin incidir en la formación de la gente joven, y solamente puede tener éxito con acuerdos entre todos.

Por otro lado, nunca fue más cierto que ahora el aforismo de que educa la tribu entera. Tenemos que convencernos de que la educación implica a todos - familias, escuela, intelectuales, medios de comunicación - porque esta recesión no es lineal, sino que tiene forma de matrioskas. ¿Recuerdan a esas muñecas rusas? Nosotros nos parecemos hoy a ellas.  Escondemos dentro de la crisis económica, la crisis política; dentro de esta, la social y, en el núcleo, una grave crisis moral.  Para remontar, estamos efectuando un viaje difícil, de sacrificio y esfuerzo, del que no saldremos exactamente iguales que entramos y que debemos llevar a cabo de dentro a afuera. No podremos atravesar el desierto para llegar de nuevo al aparente oasis del que partimos, con todos sus espejismos. Nuestro destino deberá ser una sociedad más madura y más justa. Donde fuimos atolondrados, nos tocará ser reflexivos; donde fuimos manirrotos, austeros; donde pasivos, participativos; donde individualistas, solidarios. Hace más de un lustro despertamos del sueño de que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, y la madrugada es dura pero puede ser liberadora. Para conseguirlo, debemos convertirnos en una sociedad educativa.

Entre los muchos espejismos del pasado se encuentra una actitud que ya es intolerable: la que ha confundido la política con la politización y, entre otros desmanes, ha contaminado a la educación con eslóganes de campaña y la ha arrojado al ring de la confrontación partidista. Es verdad que la educación tiene un componente político muy importante porque configura a la sociedad, pero la nuestra ya está configurada en sus líneas maestras: la Declaración de los Derechos Humanos,  la Constitución...  Vivimos en una democracia y la tarea es mejorarla. Lo que tenemos que decidir es si vamos o no a formar a la gente joven en las competencias que necesitan para ser ciudadanos de pleno derecho. Y después, establecer lo que tiene que hacer cada estamento para conseguirlo, en el ámbito del conocimiento, de la cultura, de la sociabilidad y de los valores. Por eso hacen falta acuerdos.

Y es que las cosas han cambiado tanto que ya no se trata de decidir si la escuela va a resignarse ante la oscuridad del futuro o va a preparar a los alumnos para el futuro “tal como debería ser”, según la cosmovisión particular de cada opción política. A los autores de este tremendo presente, ¿quién nos autoriza a diseñar el futuro? La tarea de la educación de hoy es armar a la gente joven con sentido crítico, valores empoderantes, conocimientos profundos sobre el presente y el pasado, y apertura mental para que ellos mismos, en medio de cambios vertiginosos, puedan diseñar el futuro que quieran. Para que entren sin miedo pero con referencias en el océano y así se atrevan a probarlo, a descubrirlo, a darle nombre.

Por eso, a partir de ahora, los debates sobre educación deberán abordar estrictamente la educación. Y tener en cuenta al profesorado.

Es curioso que, en cualquier estudio, el trabajo de campo cobre un protagonismo fundamental, y que a partir de las experiencias obtenidas con él se alcancen conclusiones y se establezcan propuestas. Pues bien, los docentes son quienes realizan el trabajo de campo en educación, quienes saben si funcionan o no las disposiciones teóricas y las normativas.  Si yo afirmo ahora que no hay mayor experto en educación que un docente experto en su aula, ¿se tambalearía alguna institución? Pues bien, lo afirmo. Los profesores saben de educación, es su vocación, su responsabilidad y su trabajo. A ella le dedican la vida entera, no solamente la cantidad establecida de horas laborables. En las reformas que se realicen a partir de ahora habrá que escucharles en primer lugar.

A ver si así somos capaces de devolver al primer plano de la actualidad los asuntos verdaderamente importantes: el abandono escolar, la autoridad y la convivencia, el desfase entre el esfuerzo del profesor y los resultados del alumno – que me parece el primer factor de desmotivación de ambos-, la sociedad de la comunicación y sus retos, para qué necesita la escuela medios y dinero, cómo debe configurarse la autonomía de un centro, qué enseñamos, cómo y por qué, la implicación de las familias, la formación de los futuros profesores... Abandonemos la discusión sobre el número de horas que se pueden impartir y establezcamos las que se deben, con la calidad de la atención a los alumnos como indicador.

Nos toca ser intolerantes a partir de ahora con la politización. Se acabaron las peleas inducidas entre pública y privada, obligatoria y superior, universitaria y profesional, padres y profesores. Ha llegado la hora de la colaboración. Los docentes no quieren ver a la educación convertida en pelota de ese partido de ping-pong autista que ha sido la política hasta hoy. No quieren que se la use como acaparadora de titulares en la campaña electoral para luego ignorarla a la hora de gobernar. No quieren ser trending topics ni vídeos de You Tube sino latidos del corazón de la sociedad a la que sirven.  Y me parece que la propia sociedad comparte estos deseos.

Estamos a punto de ver por primera vez un océano desconocido e inmenso y lo que nos jugamos aparece ya en los titulares del telediario. Es hora de que los debates sobre educación vuelvan a la educación.

 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Natu y Soci



 
Curso tercero de primaria en un colegio como cualquier otro. La quinta sesión lectiva está destinada a las Ciencias Naturales, según el horario del curso; la sexta, a las Ciencias Sociales. Son Natu y Soci, la división establecida en la LOMCE para el clásico de primaria que antes se denominaba Conocimiento del Medio.

Esa jornada, la programación de Naturales incluye el tema “Los seres vivos”; la de Sociales, el tema “La Tierra, sus componentes.” Así, en la quinta sesión, los alumnos de ocho años comienzan a clasificar a los seres vivos. Hoy tocan animales: mamíferos, peces, aves, insectos… Con sus características de especie y las de sus distintos ecosistemas. Son aprendizajes interesantes y significativos para los niños pero incluyen una buena cantidad de vocabulario, así que los profesores debemos ir despacio, afianzando bien los nuevos conceptos. Antes de que nos demos cuenta, en mitad de una clasificación, comienza la sexta hora y, con ella, la asignatura de Sociales. Y sin solución de continuidad, nos vemos elaborando un esquema sobre la estructura de nuestro planeta: manto, núcleo, anfibios… ¿O era hidrosfera?

Hace ya muchos años, cuando yo era una maestra joven, desembalé ilusionada las cajas rojas de la Logse. En cuanto la pusimos en práctica, a los quince días más o menos de comenzar a trabajar con ella, los profesores detectamos ya sus desajustes. El “café para todos” no funcionaba bien, desanimaba a los alumnos y retrasaba los avances. Nadie escuchó la voz de las aulas y el modelo Logse siguió vivo muchos años. Aún lo está en esta nueva ley elaborada como modificación puntual de la anterior.

Pues bien: no llevamos aún un mes implantando la LOMCE en los cursos pares de primaria y ya hemos detectado que el sistema “metodología de bachillerato para todos” es un desajuste considerable.  En los primeros cursos resulta prácticamente imposible aumentar al doble conceptos de ciencias naturales y sociales sin relación entre sí; es más, intentarlo es absurdo. Cualquier profesor sabe hacia dónde va hoy la vanguardia educativa: hacia lo global, holístico, significativo para el alumno, que toma los conocimientos previos como punto de partida. Mamíferos y magma en la misma jornada crean en los niños pequeños desánimo y confusión. Y en los profesores, un estrés parecidísimo al de hace treinta y cinco años. ¿Para cuándo lo de escuchar la voz de las aulas?

domingo, 20 de septiembre de 2015

Un grupo cualquiera de Whatsapp...





-Por fin voy a estar en primero de Primaria. Me encanta ese curso. ¡Es el de enseñar a leer! Siempre me ha parecido que hay pocos honores semejantes en la vida de una persona. No creo que haya ninguna otra profesión en la que se signifique tanto para tantas personas a la vez y durante un periodo de tiempo tan prolongado. Esto de la docencia es una maravilla.

-Yo no tengo ni idea de a dónde voy. No han salido aún las vacantes pero me temo lo peor. Tiene guasa que con una nota cercana al 9 en las oposiciones, me toque de nuevo la lista de interinos. Es que no han salido apenas plazas y llevamos así no sé cuántos años. Desde el aula sabemos bien cuánta falta hace aumentar el número de profesores.

-No puede ser. ¡Si eres la mejor maestra del mundo! ¡Si nos has dado lecciones a todos!

-Pues ya ves, compañero. Atraer a los mejores profesionales a la docencia, lo llaman. Y luego te examinan con un sistema que debió de inventar Napoleón.

-Oye, que los de primero son veinticinco y seis vienen sin escolarizar. ¡Madre mía! Los de Infantil suben en plan nubosidad variable: algunos leyendo, otros aún dando sus primeros pasos… Seis sin escolarización previa me parecen demasiados. No tenemos profesores de apoyo. Lo suyo sería desdoblar pero…

-Eh, compañeros, no admito quejas. A sexto acaban de llegar dos niños que no hablan castellano y a los que la comisión de escolarización ha enviado aquí en vez de a un aula de enlace. Y la prueba CDI está asomando ya los bigotes.

-Pero tú tienes profesor de compensatoria en el centro, ¿no?

-Relativamente. Se van a casar dos compañeras con dos semanas de diferencia. Dos permisos justos, pero como la administración, aunque autorice estas ausencias, no manda sustitutos, el profe de compensatoria tendrá que estar un mes como tutor de esas dos clases. Cuando queramos atender a estos chicos estaremos preparando la función de Navidad.

-Ya veo que cunde el desánimo.

-¿Desánimo? ¡No! Estamos poniendo en marcha el aprendizaje por proyectos. Nos matamos a reuniones de coordinación pero estamos entusiasmados. Nos han contagiado las de Infantil y vamos a ponernos las pilas en todo el colegio.

-Nosotros estamos aplicando ya el aprendizaje cooperativo. Es un cambio de mentalidad, nos empuja a hacer cosas que nunca habíamos hecho pero como la tarima ya murió hay que convertirse en profesionales de los nuevos tiempos.

-Nosotros también innovamos. Y acogemos, compartimos, reímos, sufrimos. Este año el objetivo es incorporar más y mejor a las familias. Y lo vamos a conseguir.

-Oíd, Primaria, desde el Instituto os apoyamos. A ver si va a parecer que aquí no hay dificultades.

-La nueva Ley, ¿verdad?

-Sí, un caos organizativo y un curso cuyos días lectivos comienzan sin que haya habido tiempo material ni de elaborar los horarios. Mucha incertidumbre y pocas expectativas de que todo este esfuerzo de adaptación vaya a tener continuidad.

-¿Y los nuevos libros? ¿Los habéis visto? El salto entre los cursos LOE y los LOMCE es casi insalvable. ¿Qué vamos a hacer?

-Seguir a los chicos que nos han tocado en suerte, como siempre. Dar el callo nosotros y sacar de ellos todas sus posibilidades.

-Entonces, ¿tampoco hay desánimo en la ESO?

-Lo que hay es indignación, pero desánimo no. Aquí se trabaja con la esperanza.

-Yo mantengo la esperanza de que podamos seguir jubilándonos a los sesenta. Me encuentro cascadillo.

-Estás hecho un chaval, pero la renovación es necesaria siempre. Y en este gremio, más.

-¿Qué queréis que os diga? ¿Qué me hace ilusión que devuelvan la extra aquella del año catapún? Cuando cierro la puerta del aula no hay recortes. Ahora, en cuanto paro un momento veo hasta qué punto se ha castigado y se sigue castigando a la escuela pública. Ya sabéis dónde trabajo yo. Nos sentimos asfixiados, mi centro se va a terminar convirtiendo en una especie de “reserva” entre privilegiados.

-Falta consenso, la educación está dividida por la intervención política.  Hace falta un pacto sobre los requisitos mínimos para la mejora de la educación y un compromiso de mantener la estabilidad. Así encontraría de nuevo la escuela pública su papel de referencia.

-Pero mientras llega o no ese pacto, nuestro desafío, como cada septiembre, es ético e inapelable. El centro debe ser la unidad educativa por excelencia; nosotros como claustro, un referente personal y profesional; el equipo directivo, un catalizador de ideas. La respuesta está en todos nosotros.

-Y la daremos alta y clara, como siempre. ¿Quién lo duda?

-Suelto el móvil ya, que va a sonar el timbre de entrada. Allí veo a mis alumnos y alumnas de primero. Yo soy su maestra. Mantener a cada uno de estos niños concretos en el corazón del proceso educativo es mi gran reto de este curso y de siempre.

-Pues muy feliz curso nuevo, profe.

-Feliz curso nuevo a todos.

martes, 1 de septiembre de 2015

RETOS





Septiembre trae consigo un aluvión de retos. Si la educación fuera una diana dibujada con círculos concéntricos, podríamos contemplarlos de una manera gráfica. En el borde exterior encontraríamos la política educativa. Para definir la complejidad de la educación en España, basta decir que una ley estatal en desarrollo no se aplica en todos los territorios. La LOMCE no está bien hecha: no ha establecido un consenso sobre la mejora del sistema educativo, ni ha satisfecho las demandas ni ha abordado las soluciones a los problemas. El curso comienza con una sociedad dividida por la intervención política, con problemas para la movilidad del alumnado, con los centros desbordados ante la complejidad de las nuevas demandas y escépticos sobre su continuidad, y las familias sujetas a los vaivenes editoriales. Los retos de la política educativa son el pacto sobre los requisitos mínimos para la mejora de la educación y el compromiso de mantener la estabilidad. Así, al menos, la generación que este curso inaugura su vida escolar podría decir que ha conocido una sola ley educativa: la buena.

En el siguiente círculo se desarrolla el reto de la familia. Se trata de la implicación en la educación de los hijos, con la escala de valores bien establecida y la constancia necesaria para no tirar la toalla. Por supuesto, la familia no puede cumplir este reto sola. Necesita el apoyo de una distribución más racional de los horarios laborales y de unos medios de comunicación y unos mensajes que colaboren en positivo con ella. Necesita modelos éticos, tiempo y espacio, así que su reto no es únicamente personal sino social también.

En el tercer círculo, ya cerca del interior de la diana, nos encontramos al centro educativo. El reto en este caso es ético e inapelable. Un centro debe ser la unidad educativa por excelencia; su claustro, un referente personal y profesional; su equipo directivo, un catalizador de ideas. La respuesta a este reto colectivo, por su naturaleza ética, está en todos los profesionales que lo constituyen.

En el centro de la diana habitan los pequeños que abren cada mañana la puerta de mi clase; y habito yo, que soy – el concepto lo explica todo- su maestra. Mantener a cada niño concreto en el corazón de ese camino que es el proceso educativo constituye el gran reto de este curso y de siempre.

 

 

viernes, 24 de julio de 2015

EDUCAR EN EL MUSEO

 
Raimundo de Madrazo, Travesuras de la modelo. Museo Carmen Thyssen, Málaga.


He visitado Málaga para conocer el programa educativo del Museo Carmen Thyssen. Es una programación perfecta que lleva a cabo un equipo de mujeres jóvenes, apasionadas por la educación y realmente consciente tanto de la importancia de su tarea como del privilegiado entorno en que se mueven: un museo que es un verdadero tesoro.

Eva, Irene, Sofía, Carmen y el resto del equipo defienden la importancia de la labor pedagógica en los museos. Yo también creo que es hoy más importante que nunca. Y así me lo demostraron las salas repletas de niños y jóvenes, en diálogo con los cuadros. Gracias a ellos y a las monitoras, el Thyssen de Málaga me pareció un museo extraordinariamente vivo y feliz.

La Música y las Artes Plásticas siempre fueron “marías” en la educación española; la Historia del Arte y la Literatura comenzaron a serlo hace veinticinco años; inmediatamente después siguieron ese camino la totalidad de las Humanidades: Lenguas Clásicas, Filosofía… Las Artes Escénicas no perdieron relevancia porque, sencillamente, nunca estuvieron. Hoy, inermes, vivimos tiempos tan banales, o estamos bajo una égida tan absurda, que la escuela se ha llenado de palabras como input, output y emprendimiento. Ya no queda lugar para el Arte. Y esto sucede en un país que tiene un patrimonio artístico inconmensurable y que es la cuna de muchos grandes. Por eso tiene tanto sentido que sean los propios museos quienes se conviertan en aliados de lo educativo,

El Arte es una necesidad primigenia del ser humano. Tiene que ver con la verdad, que no es la representación exacta de nuestra vida sino su esencia secreta. El territorio de la verdad es el de la intuición profunda, la conciencia, el espíritu, el bien. Allí viven las emociones, los sentimientos y todo lo que no se ajusta a la definición del hombre como animal racional. Es el mismo territorio que ocupa el Arte, que también trasciende por completo la animalidad y no coincide con las medidas de lo racional ni de lo razonable.

Para explicar qué es una obra de arte, el filósofo alemán Martin Heidegger pone el ejemplo de un cuadro de Van Gogh, “Zapatos de campesina”. Un par de zapatos, dice, es ante todo algo útil. Y si contemplamos los zapatos cuando ella se los quita por la noche, no vamos a comprender cual es el ser de esos instrumentos tan útiles. Porque en el interior de esos zapatos están la forma del pie dolorido de la campesina y su sudor. En la rudeza y solidez de esos zapatos está la carga del peso de ella. Bajo las suelas está el polvo del camino, los granos que ha pisado. La fiabilidad de estos zapatos y lo cómoda que ella se encuentra son llamadas de la propia tierra que labra. Y estos son valores que la campesina intuye aunque no los pueda expresar. Ahora bien, ¿cuál es la única manera de comprender esto para quienes no sean campesinos? La respuesta es: ver los zapatos pintados en el cuadro de Van Gogh. En los zapatos reales sólo vemos un par de útiles viejos; en la pintura, el artista nos abre una ventanita por la que se atisba la verdad del ser, la verdad del trabajo de la tierra. Esto sucede porque no son un par de zapatos reales sino un símbolo.
Yo he tenido ocasión de comprobarlo en el Carmen Thyssen. Las jóvenes que lo visitaban eran capaces de ver, en los maravillosos vestidos de las mujeres de Madrazo, una opresión de la verdadera esencia de la mujer. Y eran capaces de reflexionar sobre cuáles son – en los tiempos del minishort y no del corsé- los elementos que las oprimen ahora a ellas.

 El Arte colma la capacidad simbólica del hombre que reconoce en él la expresión de sus emociones más ocultas. Por eso es una necesidad primigenia. ¿Debe la educación ignorar esa verdad ? ¿Ese poder transformador y curativo? ¿Esa fuerza simbólica?

Tampoco es posible que una sociedad se olvide de la relación entre las obras de Arte y sus espectadores - es decir, del Arte como hecho cultural -  porque negar a la generación más joven experiencias relacionadas con su propio origen, con el bien y con la belleza es empobrecerla injustamente.  El Arte necesita un espectador, y solamente puede serlo quien quiera asomarse a la verdad, quien esté educado para percibirla. Si contemplamos las obras de arte desde la indiferencia de quien no ha educado su sensibilidad, se convierten en simples cosas. Para quien no se deja permear por su valor simbólico, un cuadro cuelga de una pared como podría colgar una percha. Sin embargo, para quien sabe verla, una obra de arte es una historia. Y los  niños y jóvenes aprecian de corazón, con la sensibilidad intacta, cualquier acercamiento al Arte. A diario, y enfrentadas a los recortes presupuestarios, las educadoras del museo lo comprueban y siguen celebrando esa ceremonia espiritual de la pintura cuando se encuentra con el alma de un niño.

Desde aquí, toda mi admiración, mi apoyo y mi afecto para este joven equipo del Carmen Thyssen que se ha empeñado en acercar a los niños y jóvenes al Arte con mayúscula, a la verdad. La existencia de un museo solo puede justificarse por su programa educativo.  A corto plazo, puede pensarse en llenar las salas de turistas, pero solo con la educación un museo puede seguir siendo un tesoro vivo, solo así tendrá razón de ser mañana. Literalmente, mañana.

Enhorabuena de nuevo, equipo del Carmen Thyssen. Espero que nadie olvide el trabajo tan relevante que desempeñáis.

martes, 7 de julio de 2015

El tiempo en el centro educativo


¿Alguna vez has saboreado con tus alumnos una película de Chaplin?
 
Ser profesor es una tarea difícil y en la que se trabaja mucho. Me gusta decirlo alto y claro porque siempre me ha dolido el tópico de la buena vida y las vacaciones interminables de los docentes. Enseñar no es solo atender a los alumnos y mantener el discurso pedagógico sin desconcentrarse durante muchas horas al día; siempre hay documentos que revisar, lecturas por hacer, problemas que solucionar, relaciones que mejorar, padres y madres a los que citar, correcciones de exámenes y ejercicios, preparación de las clases, cursos de perfeccionamiento… Y por supuesto, siempre nos acompaña la burocracia como odiosa compañera de viaje. Una vez hice un recuento del papeleo que asfixia nuestro ejercicio profesional, y me salió una lista que copio en párrafo aparte por si a ustedes se les agota la paciencia y la quieren omitir:

“La Programación General Anual, el Plan de Acción Tutorial, la ficha individualizada de cada alumno y la ficha general de cada grupo por aula, la programación de actividades de acogimiento, la programación anual de aula, la documentación trimestral para la entrevista general con familias y para la entrevista personal con cada familia, las actas de las reuniones de ciclo o departamento, de la Comisión de Coordinación Pedagógica y de la Comisión de Evaluación, las fichas de evaluación individual y global, el informe de evaluación trimestral individual y global, el informe de evaluación anual individual y global, la  programación personalizada de alumnos con refuerzo educativo, los partes e informes disciplinarios, las medidas, pautas, seguimiento y control de las entrevistas con padres, la ficha personalizada de alumnos con adaptación curricular significativa y no significativa, la documentación individualizada demandada por los equipos de Orientación y Equipos de Atención temprana, la programación previa y la justificación de las actividades extraescolares, el acta de cada reunión con los equipos de orientación y de atención temprana, reuniones del Consejo escolar, revisión, aportación de documentos e informes de los miembros de la comunidad escolar, la Memoria Final de curso por tutoría, ciclo, departamento y comisión pedagógica, la evaluación de centro, el Plan de Acción Tutorial… Los institutos de Secundaria deben cumplimentar cada año el DOC, el Reglamento de Organización y Funcionamiento, el Proyecto Educativo, el Plan de Acción Tutorial, el Plan General Anual, Plan de Prevención de Riesgos Laborales, atención psicopedagógica, y cinco o seis documentos más, la mayoría de los cuales deben ser tramitados por el Consejo Escolar, la Comisión de Coordinación Pedagógica, el Claustro de Profesores, etc. Las administraciones educativas envían papeles y exigen papeles, informes, actas, registro de toda actividad en el aula… Los equipos directivos completan a diario datos de planificación, estadísticas o inventarios, proyectos, memorias, peticiones...”

La burocracia en el sistema educativo es tanta y tan ajena a la realidad cotidiana del aula que sorprende. Es verdad que los sistemas educativos occidentales se han organizado históricamente alrededor de un modelo burocrático: una función enmarcada en un desarrollo normativo. Sin embargo, desde hace unas décadas, una superestructura legalista ahoga a los claustros y produce la sensación de que importa más que los alumnos. Hoy un profesor está obligado a informar por escrito sobre el menor de sus pasos y a priorizar - en las horas no lectivas - la elaboración de documentos sobre la atención directa a los alumnos. El papeleo obedece a una tendencia que ha ido en aumento: la del control administrativo de la enseñanza. Todo lo que se hace en el aula debe estar controlado, supervisado, registrado, no como garantía de calidad de las prácticas educativas sino como demostración de fuerza de la propia administración. En la práctica, esto constituye un freno a la creatividad. Los docentes se han resignado a ser vistos como ejecutores de leyes educativas y se han acostumbrado a sentir la desconfianza de las familias hacia su profesionalidad.

Nadie ha demostrado para qué sirve esta avalancha burocrática. Por el contrario, conozco a profesores desbordados que, para cumplimentar informes, restan tiempo a la preparación de sus clases. Agentes de una de las profesiones más creativas, están obligados a ceñirse a programaciones cerradas y no tienen apenas espacio para la imaginación. Recuerdo a una extraordinaria profesora de Historia que me contó una vez, desolada, que no pudo acudir con sus alumnos a una interesante exposición inaugurada en el mes febrero porque la programación anual estaba cerrada desde septiembre. Es una experiencia común a muchos profesores. Sin embargo, la autonomía, la creatividad, la flexibilidad, la adaptación a las circunstancias concretas de los alumnos y a las posibilidades que ofrece la actualidad cotidiana son los grandes valores de la docencia. Cuando se pueden llevar a la práctica, aumenta la motivación porque desarrollar la vocación mejora la aptitud. Y lo que marca la calidad de una institución escolar no son los documentos sino el esfuerzo, la creatividad y la dedicación de las personas que la constituyen.

De ahí que el manejo de los lapsos temporales se ha convertido en una habilidad imprescindible para los profesores porque hoy son las agujas del reloj quienes ordenan nuestras actividades. Como me dijo el maestro José Santalla cuando tuve el honor de entrevistarle para el libro “Memorias de la pizarra”: “Esa cantidad de tareas que tienes que interrumpir desde que llegaron los timbres…”

En la mitología griega, el dios Cronos devoraba a sus hijos. Mucho me temo que hoy lo sigue haciendo. A qué negarlo, los timbres mandan. Para los profesores, Cronos es el calendario del curso, la programación escolar, el horario lectivo, el temario que se debe terminar, el apremiante libro de texto, el cambio de clase, la entrada del siguiente profesor que te deja con la palabra en la boca, la pila de documentos pendientes. Para los alumnos, la dificultad para ajustar sus propios tiempos y paladear los aprendizajes. Hay muchas cosas que mejorar en la enseñanza y la mayoría están relacionadas, precisamente, con el tiempo que se dedica a las cosas y el orden de prioridades en que se han situado. Me gustó escuchar, en una conferencia inaugural del Congreso Educared, al gran Ferrán Adriá afirmando que la solución a la falta de recursos es la creatividad y exponiendo para ella esta receta: “pasión por lo que se hace, riesgo, afán por compartir, tiempo y libertad.” Los docentes ya ponemos la pasión, las ganas de compartir y el riesgo. Para ser plenamente creativos necesitaríamos un poco más de tiempo y libertad.

He preguntado a algunos docentes sabios y me han dado consejos para paliar los destrozos de la planificación del tiempo en la actividad cotidiana de clase. Se refieren a la organización  personal, que es la mayor fortaleza contra los envites del reloj.

El primer consejo es elaborar un plan de tiempo porque a veces los profesores tampoco estamos en clase. Para ello es necesario invertir un par de días en observar los propios hábitos. Tomar nota de los momentos en que se pierde el tiempo o se realizan actividades poco productivas es el primer paso para corregir errores. Por ejemplo, cuánto tardamos en revisar los deberes y mandar los del día siguiente; cómo apaciguamos la clase y si podríamos hacerlo de otra manera.... Se trata de encontrar las “fugas de tiempo”.  Entre ellas, una de las más comunes es la búsqueda de los materiales necesarios para cada clase. Me han recomendado organizar nuestro entorno de trabajo por áreas, con un esfuerzo cotidiano porque todo esté en su lugar, desde nuestra mesa a las carpetas de documentos. Rotular, separar por categorías, deshacerse de lo inservible y archivar lo exitoso son reglas útiles.

Nos recomiendan también ejercitar la disciplina. Muchos docentes se niegan a llevar una agenda diaria, otros improvisan su rutina y así terminan haciendo cosas que no eran necesarias y omitiendo las realmente importantes. A pesar de que criticamos la falta de atención de los estudiantes, a los profesores también les cuesta centrarse en una actividad y terminarla sin distracciones. Y conviene una pizca de autocrítica: una cosa es la creatividad y otra muy distinta las ocurrencias. Ser creativo es pensar los problemas de manera nueva; ser ocurrente es moverse como una hoja en otoño.

Es positivo llevar una agenda. Mantener en ella una lista de tareas pendientes y registrar cada cosa que va terminando a medida que pasa el día. Esto puede servir de estímulo y de recordatorio pues a veces las tareas que se posponen se quedan sin hacer más por falta de organización que por escasez de tiempo. Además, debemos mantenerla limpia, es decir, evitar que incluya tareas no esenciales. Muchas veces los profesores, por falta de organización, repetimos actividades sin necesidad, o desaprovechamos las guardias y luego tenemos que llevarnos trabajo a casa. Puede ser útil priorizar las tres cosas más importantes que deben hacerse cada día y mantenerse en ese plan.

Es importante también a repensar las rutinas y saber por qué motivo actuamos. Una antigua sentencia puede servirnos como lema: Si no me sirve para crecer, dejo de hacerlo; si no llena mi alma de nuevos aprendizajes dejo de leerlo; si no me hace mejor, dejo de mirarlo.

Por último, debemos aprender a delegar en los alumnos, fomentar su autonomía en todo lo que puedan hacer y aceptar su ayuda cuando la brinden. El complejo de omnipotencia docente es una buena fuente de estrés.

Por supuesto ni el profesor más organizado puede combatir en solitario la tiranía de las programaciones y los horarios, pero una escuela entera que tuviera el propósito de potenciar el valor del tiempo presente sí podría hacerlo. Ya lo hacen las comunidades de aprendizaje, las escuelas colaborativas, los centros que elaboran sus propios textos, los que enseñan por proyectos, los que han instaurado bancos de tiempo…

Algunos factores que pueden aumentar la calidad del tiempo educativo en un centro son:

·        Comprender que la unidad de funcionamiento es el centro y no el aula.

·        Compartir los planteamientos pedagógicos. Por supuesto, requiere un mínimo de estabilidad en la plantilla.

·        Implicar de manera positiva y organizada, con objetivos claros, al mayor número de familias posible.

·        Un liderazgo participativo que preste apoyo moral al profesorado, aprecie su trabajo y respete su opinión. Es imprescindible para aglutinar a un claustro en torno a un proyecto de mejora.

·        Una cultura de solución de problemas en común. Implica, por supuesto, crear un clima de confianza.

·        Una planificación del curso anticipativa, preventiva, que permita tomar decisiones rápidas y efectivas a los problemas que se vayan planteando.

·        Actuaciones pedagógicas a medida del centro concreto.

·        Potenciar la acción tutorial.

Y es que el tiempo tiene más calidad en un centro con la autoestima alta, en el cual los profesores hayan aprendido a trabajar en equipo y los alumnos se sientan relevantes. Se acabó el individualismo, es hora de fortalecer la institución escolar. La escuela es una pequeña sociedad donde todos los elementos están representados y deben ser activos. Agobiados por conseguir resultados, ahora descuidamos a la propia institución, sus referencias y sus proyectos; los consideramos secundarios y no lo son.

La concepción moderna de lo que debe ser un centro educativo implica que sus profesores reconozcan las buenas prácticas docentes que ya llevan a cabo y las conviertan en señas de identidad. Hoy, más que nunca, el futuro de la educación está en manos de los propios profesionales.

Para terminar quisiera compartir la reflexión completa del maestro José Santalla sobre el tiempo:

“Me parece que la enseñanza ha perdido calidad con esa cantidad de asignaturas y tareas que tienes que interrumpir desde que llegaron los timbres, y sobre todo lo acusan los niños pequeños. Ese trasiego… Nunca me gustó ese momento en que los alumnos están haciendo una lectura y disfrutando de comentar lo que leen, y entonces suena un timbre y todo quedó ahí hasta el día siguiente. No les dejamos paladear una tarea. Porque al día siguiente ya no es lo mismo. Y al final el trabajo de clase está todo el tiempo volviendo a empezar, cuando aprender es paladear.

Los niños son ahora mucho más ansiosos, más inquietos. Pero no tendrían por qué ser diferentes a los niños de antes, que eran mucho más tranquilos. Es el ritmo de la sociedad y la manera de estar hoy en la escuela la que fomenta que estén nerviosos porque es una fuente de desconcentración. Hacemos una cosa pensando en la siguiente. Y esto se vuelve aún más grave cuando son algo mayores, en los institutos, porque la propia dispersión de la adolescencia se agrava con este ritmo frenético.

En un colegio debe reinar la calma y los niños deben percibirla desde el momento en que crucen la puerta. Con inquietud no eres capaz de discurrir ni de centrarte ni de disfrutar. Los centros deben volver a ser una isla de tranquilidad, de relax, para aprender mejor. Si dejamos entrar todo lo que hay fuera no vamos a conseguir nada. Aunque los niños son ahora mentalmente más despejados que antes, no dedicamos tiempo, calma suficientes para, por ejemplo, que aprendan a comprender una lectura. Y creo que el 95% de los niños, si dominaran bien eso, no tendrían problemas para llegar a la universidad.”[1]

Un centro educativo en el que haya calma, en el que se lea con sosiego, en el que se dialogue y se crezca. No tengo más que añadir.

 



[1] Carmen Guaita, Memorias de la Pizarra, San Pablo, 2012.

viernes, 3 de julio de 2015

CLÓNICOS

 
Me había impresionado un reportaje de la revista 21RS sobre nuestro presente y nuestro futuro hermanado con la robótica y andaba buscando similitudes mecánicas entre la gente de la calle. Entonces me encontré con un grupo de muchachas que celebraba una de esas tremendas despedidas de soltera que se han puesto tan de moda últimamente. Eran muy jóvenes,  exactamente igual de pintarrajeadas y despeinadas, todas vestidas de pingo, o de pingüino quizás, clónicas. “Son como robots” - me dije a mí misma – “nos estamos despersonalizando”. Y mientras elaboraba teorías sobre este mundo enajenado que obliga a las mujeres a pasar por el aro de tantas tonterías, una de ellas me llamó:
-¡Eh, señora, esta cartera del suelo debe de ser suya! Tenga cuidado.
Y entonces la vi a ella en singular, como se ve la sombrillita roja en este mar de tiendas iguales que aparece en la fotografía. Era una chiquilla simpática, indefensa y frágil, que se abría al mundo y que estaba allí, en su tiempo, como hubiera podido estar cosiendo junto a una reja hace cien años, o suspirando al trovador hace ochocientos. Era una persona única y ya adivinaba que aquella noche tal vez iba a hacerle daño.
Me había impresionado el reportaje de 21RS sobre nuestro presente y nuestro futuro hermanado con la robótica y andaba buscando similitudes mecánicas entre la gente de la calle. Entonces me encontré con una excursión de muchachos con síndrome Down, con síndrome autista, con mil y un síndromes extraños, pero con el mismo aspecto un poco lunático. Clónicos. Pensé: “Van a necesitar protección toda su vida”. Y mientras elaboraba teorías sobre la importancia y el coste de los servicios sociales, uno de los chicos me sonrió, se me acercó y me dijo con su voz de pajarillo tartamudo: “Eres buena y guapa, te lo he notado”. Y entonces lo vi a él en singular, como se ve la sombrillita verde en este mar de tiendas iguales que aparece en la fotografía. Y era como una brecha en lo humano por la que se asomara deslumbrante un claro de la más profunda verdad del ser. Era una persona única y me daba la lección de verme como persona única él a mí primero.
Me había impresionado el reportaje de 21RS sobre nuestro presente y nuestro futuro hermanado con la robótica y andaba buscando similitudes mecánicas entre la gente de la calle. De repente, comprendí que no hay más similitud que la hermandad en la fragilidad y la belleza. Y que todo lo demás, todo, todo absolutamente, es maravillosa, enriquecedora diferencia.
 @CarmenGuaita1
Artículo escrito para la revista 21 RS