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Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



domingo, 12 de octubre de 2014

Y TODAS


 
 
En España, hace cincuenta años, las mujeres con carnet de conducir eran pioneras perfumadas de insumisión. Prácticamente ninguna madre de familia desempeñaba una profesión, aunque la hubiera estudiado, porque la casada debía tener – atención a la frase- “la pata quebrada”. Manuela, la primera doctora en Medicina de la Facultad de Cádiz, tuvo que marcharse a los Estados Unidos. Allí vive todavía.

 
Las jugadoras de voleibol de esta fotografía - campeonas del mundo en esa modalidad deportiva- son de China, un país donde hasta hace cincuenta años se oprimían con vendajes los pies de las mujeres. Era una tortura para impedirles el movimiento, escondida bajo el disfraz de canon de belleza y, por tanto, aceptada.





Malala Yousafzai nació hace solamente diecisiete años en uno de los lugares más hermosos de la Tierra, el Valle de Swat, en Pakistán. Pero nació niña, y eso le impide ir a la escuela en una zona dominada por el régimen de los talibanes. Malala defiende su derecho a la educación con su propia vida, ha sobrevivido a un atentado y ha tenido que exiliarse. Desde entonces lucha por la escolarización plena de las niñas del mundo, y nos muestra a todos una realidad que afecta aún a dos terceras partes de la humanidad y que se simplifica en unas cuantas palabras incómodas: sigue habiendo opresores y oprimidas. Queda mucho por recorrer.

La igualdad de derechos entre hombres y mujeres es un camino lleno de obstáculos pero en apenas unas décadas se ha convertido en una verdadera ruta y avanza. En nuestro primer mundo, las universidades rebosan de chicas. Poco a poco, contra viento y marea, van ascendiendo a puestos de responsabilidad. Para ello no necesitan tanto de cuotas como de hombres que las valoren por lo que pueden aportar. Creo que esos hombres ya están aquí, en la generación más joven: son los hijos y los nietos de las pioneras.

Las mujeres de China han pasado, no sin dolor, de los pies diminutos a las zapatillas de deporte. Es una revolución y así debemos considerarlo.

Malala acaba de obtener el Premio Nobel de la Paz. Está amenazada de nuevo pero la condena produce un rechazo tan unánime que cae sobre quienes la han proferido.
 
Poquito a poco, este mundo cansado va siendo un espacio en el que cabemos todos.
Y todas.

 

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