Es un honor para mí reproducir esta carta.
Yo
también hoy
QUIERO
TENER UN SUEÑO
Difícilmente se pueden
decir las cosas mejor de cómo las dijo Martín
Luther King aquel 28 de agosto de 1963, hace hoy exactamente
cincuenta años. Por eso nosotros, los gitanos que nos sentimos vinculados por el
ideario de la Unión
Romaní , queremos manifestar públicamente que la doctrina
marcada por el
gran lider en aquel luminoso discurso, es y sigue siendo
nuestra principal referencia a la hora de señalar los objetivos y los límites de
nuestra lucha. No insistiremos, pues, en reiterar lo que desde hace tantos años
también nosotros venimos diciendo y denunciando.
Martin Luther King,
que fue Premio de la Paz en 1964, ante la estatua de Abraham Lincoln, y frente a más de 200.000
personas que le escuchaban enfebrecidas, denunció el trato inhumano que los
negros recibían por parte de la policía así como la gran injusticia que suponía
enfrentarse en los más diversos lugares con el infame letrero “solo para
blancos”. Nosotros, como el lider mártir, llevamos diciéndolo también desde hace
casi 50 años aunque en escenarios diferentes. Y hoy, como ayer, alargando
nuestra mirada a todo el territorio europeo, seguimos afirmando con él que
“Ahora es tiempo de subir desde el oscuro y
desolado valle de la marginación al soleado sendero de la justicia racial. Ahora
es tiempo de alzar a nuestra comunidad desde las arenas movedizas de la
injusticia racial a la sólida roca de la fraternidad. Ahora es
tiempo de hacer que la justicia sea una realidad para todos los hijos de
Dios”.
Los gitanos españoles
y gran parte de los
gitanos europeos hemos dado pasos importantísimos en la lucha
por ser dueños de nuestro destino y administradores de nuestra libertad. Pero
aún está casi todo por hacer. Desde la Constitución de 1978 los gitanos gozamos de
las garantías que la Carta
Magna otorga a todos los españoles y desde que la Unión Europea
incorporó en su seno a la inmensa mayoría de los gitanos del continente todos
gozamos de la protección que nos brinda el Tratado de Lisboa para la defensa de
nuestros derechos ciudadanos.
Sin embargo el
reconocimiento de esas garantías no supone su cumplimiento. Bien lo sabemos
cuando nos enteramos de las gravísimas agresiones que sufren nuestros hermanos
por parte de quienes se consideran guardianes de todas las esencias patrias.
Agresiones que por múltiples razones quedan tantas veces sin castigo ni
reparación. Hoy, como hace 50 años, nosotros decimos con Luther King que
“no estaremos satisfechos hasta que la
justicia corra como las aguas y la rectitud como un impetuoso
torrente”.
Pero el discurso cuyo
aniversario conmemoramos tiene también una parte importantísima de
autoimplicación en el proceso de lucha por la conquista y consolidación de
nuestros derechos. Debemos, mejor dicho tenemos la obligación de desarmar a
quines con razón o sin ella se declaran antigitanos en las tertulias, en las
conversaciones familiares o en los espacios de libre acceso que ofrecen los
medios de comunicación online. Ignorar lo que se dice de nosotros cada vez que
se produce un hecho delictivo en el que aparecen los gitanos es de una supina insensatez. Lo
decía el gran
lider: “Nada en el mundo es más peligroso
que la ignorancia sincera y la estupidez
concienzuda”.
Y llegados a este
punto del análisis de la realidad, se impone tener claro cual debe ser el camino
a seguir y con que estrategia pensamos librar la última y más decisiva de todas
las batallas: responder a los racistas con las mismas armas que ellos utilizan
contra nosotros o plantarles cara desde la resistencia inteligente sabiendo que
“Nadie se nos montará encima si no doblamos
la espalda”.
El 28 de agosto de
1963 Martín Luther King, en la culminación de “La marcha sobre Washintong” dijo
que “En el proceso de conseguir nuestro
legítimo lugar, no debemos ser culpables de acciones equivocadas. No busquemos
saciar nuestra sed de libertad bebiendo de la copa del encarnizamiento y del
odio. Debemos conducir siempre nuestra lucha en el elevado nivel de la dignidad
y la disciplina”. Y en
este punto precisamente hoy me quiero detener para manifestar desde lo más
íntimo de mis sentimientos que yo también tengo un sueño:
Que llegue un día en
que los gitanos seamos juzgados por nuestros actos y no por el nombre de nuestra
étnia.
Yo también tengo un
sueño: que los periodistas cumplan con sus códigos y olviden para siempre la
cursilería de escribir “de étnia
gitana” para evitar decir, sencilla y llanamente “gitanos”.
Yo también tengo un
sueño: Que los periodistas dejen de hacer referencia a la raza, al color o al
origen de las personas en contextos peyorativos. Lo dijo Luther King: "Todo lo que afecta a uno directamente, nos afecta a
todos indirectamente".
Yo también tengo un
sueño: Que llegue cuanto antes el día en que olvidemos esa parte de
la vieja Ley
Gitana que nos empuja a tomarnos la justicia por nuestra mano.
“Guardarnos de la violencia, ya se exprese
mediante la lengua, el puño o el corazón”.
Yo también tengo un
sueño: que desaparezcan las pistolas y las navajas de allí donde las haya. Hace
50 años lo dijo el lider de la Paz: “La
violencia crea más problemas sociales que los que
resuelve”.
Yo también tengo un
sueño: Que el analfabetismo y la desescolarización sean fulminadas de nuestro
entorno. Solo la cultura y la formación hacen libres a los pueblos.
Yo también tengo un
sueño: Que desaparezca la mendicidad de las calles de nuestros pueblos y
ciudades. Porque somos una minoría visible a nosotros se nos ve más que a los
demás.
Yo también tengo un
sueño: Que las mujeres gitanas encuentren en el seno de nuestras comunidades el
papel que les corresponde como guardianas y mantenedoras de nuestra cultura.
Negar a las gitanas
el espacio de libertad al que tienen derecho es condenar a
nuestro pueblo a la más humillante capitulación.
Yo también tengo un
sueño: Que los eternos racistas de siempre sean juzgados con la severidad que
proclaman las leyes. Que sepan que sus crímenes no pueden quedar impunes. Y que
los jueces no olviden que "La injusticia en
cualquier lugar es una amenaza para la justicia en todas
partes".
Yo también tengo un
sueño como el de Martin Luther King: Que mis hijos vivan en un país en el que
no sean socialmente juzgados por el color de su piel o por el origen étnico
de sus
padres sino por su reputación.
Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado
Presidente de
Unión Romani Española
Vicepresidente de Unión Romani
Internacional