Con la
tradicional intensidad de cada comienzo de curso, acaban de llegar un
anteproyecto de nueva reforma educativa - aprobado ya por el Consejo de
Ministros - y el informe Panorama de la Educación OCDE. Por cierto que este
informe ha venido, como cada otoño, lleno de hojas amarillas, es decir
subrayadas con rotulador para que resalte lo que ahora interesa encontrar en él.
Y con la
tradicional expectación de cada comienzo de curso, los docentes han encontrado
en sus centros muchos recortes, menos compañeros de trabajo, más alumnos a los
que atender y una cierta indiferencia ante el anteproyecto de la reforma
educativa y el informe Panorama de la Educación OCDE.
La reforma
ha conseguido muchos titulares de prensa pero no se ha comentado mucho. Y desde
luego no se ha debatido nada, en contra de lo que proclama su preámbulo. En el
anteproyecto hay ideas buenas, que están funcionando en los países de nuestro
entorno y merecen probarse aquí. Pero hay también muchas incongruencias y
bastantes errores que aumentan la inseguridad de los docentes ante la pérdida
de sus derechos y deberán negociarse. Evidentemente, estamos ante el inicio de
un proceso que aún necesitará perfilarse. Pero también está claro que el
Gobierno mantiene el esqueleto de la LOE y ha renunciado a importantes promesas
de su programa electoral. Tal vez para este viaje hubieran sido suficientes aquellas
alforjas llenas de propuestas para el malogrado Pacto de Estado por la Educación.
Sacar
adelante esta Ley de Mejora de la Calidad de la Educación precisará de
financiación suficiente en estos malos tiempos. Y también de mucho consenso y
diálogo, especialmente con la enseñanza pública. Los legisladores deben
comprender que los docentes de la enseñanza pública serán quienes pongan en pie
sus reformas, y por eso es necesario escucharles. Nadie mejor que un profesor
de Secundaria para responder, por ejemplo, a esta pregunta:
- ¿La nueva
Formación Profesional Básica será motivadora para quienes se plantean abandonar
los estudios?
La respuesta
que yo he obtenido hasta ahora es obvia:
- No, mientras sea una vía sin retorno.
Estas
opiniones deben tener peso porque provienen de quienes realizan el trabajo de campo. Y es que un proyecto
de reforma educativa, sobre todo, debe
saber de educación. En este sentido me preocupa especialmente un párrafo del
preámbulo:
El principal objetivo de esta reforma es
mejorar la calidad educativa, partiendo de la premisa de que la calidad
educativa debe medirse en función del "output" (resultados de los estudiantes) y no del "input" (niveles de inversión,
número de profesores, número de centros, etc.). Para ello, todos y cada uno de
los alumnos serán objeto de atención en una búsqueda de desarrollo del talento,
que convierta a la educación en el principal instrumento de movilidad social,
ayude a superar barreras económicas y sociales y genere aspiraciones y
ambiciones realizables para todos.
Input y output son los términos económicos que describen la entrada y
salida de datos en un proceso productivo. Y la educación no es un proceso
productivo. En las escuelas no se produce nada, como no sea algún que otro
milagro. Todo lo más, se descubre y se potencia. El verdadero output de la educación no son los
resultados medibles, en sí mismos, sino el progreso del alumno entendido como
el recorrido que hace desde su punto de partida. Por supuesto, alcanzar unos
estándares determinados informa sobre la consecución de objetivos, y esto es
necesario saberlo, pero en clase, cada día, los profesores encuentran alumnos que
no alcanzan el resultado mínimo y han conseguido progresos increíbles. Y
también los hay que consiguen los objetivos sin que lo reflejen los resultados.
Por eso es tan necesario el dichoso input,
si es que esa palabra tiene sentido en este contexto. Porque las plantillas
completas, los profesores de apoyo, los programas de refuerzo, los desdobles en
las materias básicas, las ratios de lujo – a ver, ¿por qué no?- son y seguirán
siendo fundamentales. Como las becas para libros y comedores, las familias
colaboradoras, los profesores motivados, bien preparados, tranquilos. Y una
sociedad educativa, menos banal, menos agresiva. Todo input y nada más que
input.
El
propio anteproyecto lo reconoce, además, un par de párrafos después, cuando
habla de la importancia del lenguaje oral en las clases de idiomas, de la
atención individualizada o de profundizar en el uso de las TIC. ¿Entonces?
Más
allá de cualquier medida concreta de esta reforma – y repito que las hay muy
buenas- debe encender nuestras alarmas esta visión puramente economicista de la
educación. Sobre todo porque resta sinceridad a esa segunda parte del párrafo, que
busca para todos y cada uno de los alumnos una atención personal, y desea que
sean capaces de superar sus barreras de origen y cumplir sus aspiraciones. Desde
luego, si al final eso es el output,
tiene que ver con muchas cosas más que con los estándares de resultados.
Artículo escrito para la revista Escuela.
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