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lunes, 6 de febrero de 2012

ESCRITO


Está escrito en el periódico que Paula,  la pequeña de la foto, padece una enfermedad de las denominadas “raras”, que nació con muchos problemas y que su familia lucha para pagar sus costosos tratamientos.

Seguramente está abocada al sufrimiento y le espera una vida llena de dolor y tristeza. Ya se sabe que las primeras emociones condicionan el desarrollo vital y que se puede predecir cómo será el adulto a partir de las experiencias negativas de la primera infancia. Esto nos lo dice la opinión común y también lo afirman algunos estudios. Vamos, que está escrito.

Pues nos equivocamos, no lo está. En la vida de un ser humano no es posible el determinismo. La felicidad no es una fórmula científica ni una receta de cocina. Para quien tiene la vida por delante – y todos la tenemos cada nuevo día- solamente hay tres cosas verdaderamente escritas:

La primera es que somos singulares. Nadie ha sido, es o será como nosotros ni jugará el mismo papel en el mundo. Para que la realidad sea tal como es, cada persona es imprescindible con sus debilidades y fortalezas. La certeza de esa singularidad es el primer paso para vivir de manera más consciente.  Novela es el vivir y cada uno escribe la suya,  como decía Unamuno.

La segunda es que dentro de cada ser humano habita una energía poderosa, la capacidad de superar los problemas más graves y levantarse después de las caídas. Los psicólogos la llaman “resiliencia”, como esa cualidad física de los materiales que se doblan pero no se parten. En realidad es la fuerza de la propia vida, que desborda nuestro ámbito interior y nos impulsa a marchar siempre hacia adelante.

La tercera cosa escrita es que el amor cura. No hay más que mirar la risa de esta niña y de su abuelo para darse cuenta.

La historia de la pequeña Paula está por escribir. Ella es la autora.


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