Hemos finalizado el interminable periodo electoral y, como en
las películas, después del desenlace comienza la vida real.
El Partido Popular, que formará el nuevo Gobierno, está
preparando ya importantes reformas estructurales para impulsar la economía y
crear más empleo. Pues bien, entre ellas, y en lugar relevante, deberá estar la
del sistema educativo. Los nuevos gestores deben convencerse de que no saldremos
de la crisis sin incidir también en tareas a medio y largo plazo. La más
importante es mejorar la formación de la gente joven, y solamente podrá
llegarse a ella con acuerdos entre todos.
Pero no conseguiremos nada mientras se
mantengan abiertos los conflictos, como el que sigue creciendo en la Comunidad
de Madrid. La postura enquistada del gobierno madrileño, que niega cualquier
tipo de diálogo con los representantes del profesorado y mantiene un pulso de
desgaste con la enseñanza pública solo puede interpretarse ya como desprecio de
los políticos hacia una de sus primeras responsabilidades: el servicio público
de la educación. Mientras no haya alguna demostración de inicio
del diálogo y actitudes de apoyo al profesorado, serán
difícilmente creíbles las buenas intenciones del nuevo gobierno. En estos momentos tan difíciles, cuando tenemos que remar contra corriente, una administración pública no puede permitirse el lujo de despreciar a un colectivo tan importante para la sociedad como es el profesorado. Ahora hacemos falta todos. Y los recortes, para tener algún sentido, deberán afectar a todos, empezando por arriba.
Todos, por cierto, fue la palabra más usada por Mariano Rajoy en la noche de la victoria electoral. Pues bien, todos significa también que a partir de ahora, los docentes deberemos participar en los debates sobre educación .
Es curioso que, en cualquier estudio, el trabajo de campo
cobre un protagonismo fundamental, y que a partir de las experiencias obtenidas
con él se alcancen conclusiones y se establezcan propuestas. Pues bien, los
docentes son quienes realizan el trabajo de campo en educación, quienes saben
si funcionan o no las disposiciones teóricas y las normativas. La educación es su
vocación, su responsabilidad y su trabajo. A ella le dedican la vida entera. En las reformas que se
realicen a partir de ahora habrá que escucharles en primer lugar.
A ver si así somos capaces de devolver al primer plano de la
actualidad los asuntos verdaderamente importantes. A ver si abandonamos la discusión sobre el
número de horas que se pueden impartir y establecemos las que se deben, con la
calidad de la atención a los alumnos como indicador.
Se tienen que acabar las peleas inducidas entre enseñanza pública
y privada, obligatoria y superior, universitaria y profesional, padres y
profesores. La crisis es enorme y nos puede echar a todos catarata abajo mientras
discutimos quién se queda con las provisiones del barquito. Ha llegado la hora
de la colaboración. Los docentes no quieren ver a la educación convertida
en pelota de ese partido de ping-pong autista que ha sido la política
hasta hoy. No quieren que se la use como acaparadora de titulares en la
campaña electoral para luego ignorarla a la hora de gobernar. No quieren
ser trending topics ni vídeos de You Tube
sino columna vertebral de la sociedad a la que sirven. Y me
parece que la propia sociedad comparte estos deseos.
Es hora de que los escuchen los gobernantes que hemos elegido
para gestionar nuestro presente y garantizar nuestro futuro.
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