BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



miércoles, 30 de noviembre de 2011

ANTE EL OCÉANO


Cuenta Stefan Zweig que los compañeros de Vasco Núñez de Balboa, cuando llegaron por primera vez al océano Pacífico, bebieron de sus aguas para probar si tenían sabor salado.  Nosotros estamos ante un panorama tan nuevo como aquellos descubridores y también tenemos que encontrar las referencias.
Nunca fue más cierto que ahora el aforismo de que educa la tribu entera. Tenemos que convencernos de que la educación implica a todos - familias, escuela, intelectuales, medios de comunicación - porque esta no es una recesión lineal, sino que tiene forma de matrioskas. ¿Recuerdan a esas muñecas rusas? Nosotros nos parecemos hoy a ellas.  Escondemos dentro de la crisis económica, la crisis política; dentro de esta, la social y, en el núcleo, una grave crisis moral.  Para remontar, nos espera un viaje difícil, de sacrificio y esfuerzo, del que no saldremos exactamente iguales que entramos y que debemos llevar a cabo de dentro a afuera.

No podremos atravesar el desierto para llegar de nuevo al aparente oasis del que partimos, con todos sus espejismos. Nuestro destino deberá ser una sociedad más madura y más justa. Donde fuimos atolondrados, nos tocará ser reflexivos; donde fuimos manirrotos, austeros; donde pasivos, participativos; donde individualistas, solidarios. Hemos despertado del sueño de que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, y la madrugada será dura pero puede ser liberadora. Para conseguirlo, debemos convertirnos en una sociedad educativa.

Entre los muchos espejismos del pasado se encuentra una actitud que ya es intolerable: la que ha confundido la política con la politización y, entre otros desmanes, ha contaminado a la educación con eslóganes de campaña y la ha arrojado al ring de la confrontación partidista. Es verdad que la educación tiene un componente político muy importante porque configura a la sociedad, pero la nuestra ya está configurada en sus líneas maestras: la Declaración de los Derechos Humanos,  la Constitución...  Vivimos en una democracia y la tarea es mejorarla. Lo que tenemos que decidir es si vamos o no a formar a la gente joven en las competencias que necesitan para ser ciudadanos de pleno derecho. Y después, establecer lo que tiene que hacer cada estamento para conseguirlo, en el ámbito del conocimiento, de la cultura, de la sociabilidad y de los valores. Por eso hacen falta acuerdos.

Y es que las cosas han cambiado tanto que ya no se trata de decidir si la escuela va a resignarse ante la oscuridad del futuro o va a preparar a los alumnos para el futuro “tal como debería ser”, según la cosmovisión particular de cada opción política. A los autores de este tremendo presente, ¿quién nos autoriza a diseñar el futuro? La tarea de la educación de hoy es armar a la gente joven con sentido crítico, valores empoderantes, conocimientos profundos sobre el presente y el pasado, y apertura mental para que ellos mismos, en medio de cambios vertiginosos, puedan diseñar el futuro que quieran. Para que entren sin miedo pero con referencias en el océano y así se atrevan a probarlo, a descubrirlo, a darle nombre.

Estamos a punto de ver por primera vez un océano desconocido e inmenso y lo que nos jugamos aparece ya en los titulares del telediario. Es hora de que nos importe a todos la educación.


viernes, 25 de noviembre de 2011

DESPUÉS DEL “THE END”



Hemos finalizado el interminable periodo electoral y, como en las películas, después del desenlace comienza la vida real.

El Partido Popular, que formará el nuevo Gobierno, está preparando ya importantes reformas estructurales para impulsar la economía y crear más empleo. Pues bien, entre ellas, y en lugar relevante, deberá estar la del sistema educativo. Los nuevos gestores deben convencerse de que no saldremos de la crisis sin incidir también en tareas a medio y largo plazo. La más importante es mejorar la formación de la gente joven, y solamente podrá llegarse a ella con acuerdos entre todos.

Pero no conseguiremos nada mientras se mantengan abiertos los conflictos, como el que sigue creciendo en la Comunidad de Madrid. La postura enquistada del gobierno madrileño, que niega cualquier tipo de diálogo con los representantes del profesorado y mantiene un pulso de desgaste con la enseñanza pública solo puede interpretarse ya como desprecio de los políticos hacia una de sus primeras responsabilidades: el servicio público de la educación. Mientras no haya alguna demostración de inicio del diálogo y actitudes de apoyo al profesorado, serán difícilmente creíbles las buenas intenciones del nuevo gobierno. En estos momentos tan difíciles, cuando tenemos que remar contra corriente, una administración pública no puede permitirse el lujo de despreciar a un colectivo tan importante para la sociedad como es el profesorado. Ahora hacemos falta todos. Y los recortes, para tener algún sentido, deberán afectar a todos, empezando por arriba.
Todos, por cierto, fue la palabra más usada por Mariano Rajoy en la noche de la victoria electoral. Pues bien, todos significa también que a partir de ahora, los docentes deberemos participar en los debates sobre educación .
Es curioso que, en cualquier estudio, el trabajo de campo cobre un protagonismo fundamental, y que a partir de las experiencias obtenidas con él se alcancen conclusiones y se establezcan propuestas. Pues bien, los docentes son quienes realizan el trabajo de campo en educación, quienes saben si funcionan o no las disposiciones teóricas y las normativas. La educación es su vocación, su responsabilidad y su trabajo. A ella le dedican la vida entera. En las reformas que se realicen a partir de ahora habrá que escucharles en primer lugar.
A ver si así somos capaces de devolver al primer plano de la actualidad los asuntos verdaderamente importantes. A  ver si abandonamos la discusión sobre el número de horas que se pueden impartir y establecemos las que se deben, con la calidad de la atención a los alumnos como indicador.

Se tienen que acabar las peleas inducidas entre enseñanza pública y privada, obligatoria y superior, universitaria y profesional, padres y profesores. La crisis es enorme y nos puede echar a todos catarata abajo mientras discutimos quién se queda con las provisiones del barquito. Ha llegado la hora de la colaboración. Los docentes no quieren ver a la educación convertida en pelota de ese partido de ping-pong autista que ha sido la política hasta hoy. No quieren que se la use como acaparadora de titulares en la campaña electoral para luego ignorarla a la hora de gobernar. No quieren ser trending topics ni vídeos de You Tube sino columna vertebral de la sociedad a la que sirven.  Y me parece que la propia sociedad comparte estos deseos.

Es hora de que los escuchen los gobernantes que hemos elegido para gestionar nuestro presente y garantizar nuestro futuro.


sábado, 19 de noviembre de 2011

MEJORAS QUE NO CUESTAN DINERO

                                               Maestro y discípulo en los frisos del Partenón.

Nos esperan a partir de ahora muchos cambios estructurales. Pero en este panorama de ajustes económicos, cuando parece que solamente importa resolver la crisis presente, es importante comprender qué significa para nuestro país la educación que imparte la enseñanza pública.

En España hay 18.863 centros públicos que llegan a todos los rincones de la geografía y a todos los alumnos sin discriminación alguna,  a los que están llegando cada vez más alumnos porque el impacto de la crisis en las economías familiares disminuye la matrícula de los colegios privados. Así que, si la enseñanza pública va a preparar para el futuro a un número cada vez mayor de ciudadanos, la calidad de la educación que imparta y el profesorado que la lleve a efecto, deberán contar con un protagonismo central en la gestión política. Por eso es imperativo preservar al máximo de los recortes a esta red de enseñanza e incluso blindar su financiación por ley.
Pero además es posible realizar mejoras sustanciales sin desembolso económico. Propongo algunas que no precisan más que voluntad política para ser llevadas a efecto, y que mejorarían sustancialmente la calidad de la enseñanza pública y las condiciones de los docentes. Algunas de ellas son:

1.      TERMINAR CON LA BUROCRACIA.
No cuesta dinero reducir al mínimo indispensable la elaboración de informes, planes, programaciones y otros documentos. El exceso de burocracia asfixia cualquier innovación en los centros educativos y muestra la desconfianza del sistema tanto en la capacidad de los centros para gestionar su autonomía como en la profesionalidad y creatividad de los docentes.

2.      DESARROLLAR LA AUTORIDAD DEL DOCENTE
No cuesta dinero establecer por ley la consideración de autoridad pública para todo el profesorado. Las comunidades autónomas están llevando a cabo este proceso de manera imparable pero todavía falta la gran consideración a nivel de Estado que solamente el Gobierno central puede impulsar.

La autoridad del docente, cuando se entiende en su verdadera dimensión, mejora la convivencia en los centros y ejerce un efecto preventivo sobre la conflictividad. Además, envía un mensaje incuestionable: el profesor lleva a cabo una labor que la sociedad protege. Nadie puede interrumpirla de manera violenta sin atenerse a las consecuencias. La consideración de autoridad del docente a nivel de Estado nos convertiría en una sociedad con menos complejos, con las ideas más claras, más madura.


3.      POTENCIAR LA AUTONOMÍA DE LOS CENTROS
No cuesta dinero potenciar la autonomía organizativa y pedagógica de los centros educativos, permitirles flexibilizar sus horarios y adaptar en parte sus currículos, establecer su régimen de transportes, distribuir su presupuesto con la oportuna rendición de cuentas, y permitir una estabilidad mínima para sus plantillas. No cuesta más dinero del que ya se gasta permitir que la formación sea específica para las necesidades de los centros y potenciarla para los equipos directivos.


4.      APOYAR ESPECÍFICAMENTE AL PROFESORADO.
No cuesta dinero que los responsables políticos apoyen al profesorado, valoren su trabajo   y   le   muestren respeto. Las declaraciones despectivas que han acompañado a los recortes en algunos territorios han hecho retroceder una década los esfuerzos para aumentar el prestigio de la profesión docente. En un país que está dispuesto a creerse a las primeras de cambio cualquier crítica al profesorado, los políticos no pueden desacreditar a una profesión esencial.

No cuesta dinero poner en marcha medidas que solamente necesitan un poco de sentido común: crear el modelo de plantillas mínimas en los centros, delimitar mejor las especialidades, facilitar los traslados y permutas, difundir el código deontológico de la docencia, establecer el número de horas que se deben impartir y no solamente las que se pueden...

Y por supuesto, no cuesta dinero abrir la mesa de negociación para tratar el Estatuto Docente que defina y enmarque la carrera profesional desde el acceso hasta la jubilación.


5.      TRABAJAR POR UNA SOCIEDAD EDUCATIVA.
No cuesta dinero, más bien puede ahorrarlo, racionalizar el horario de los padres, concienciarnos de la importancia de volver a ser una sociedad educativa, exigir la responsabilidad de los medios audiovisuales sobre la relación entre sus contenidos y su horario, facilitar el acceso de los jóvenes a las posibilidades de ocio más saludable: los polideportivos, las instalaciones de los propios centros, cumplir las leyes que ya tenemos sobre el acceso de los menores al alcohol y las drogas…


Vamos a ver lo que pasa a partir de ahora. Pero los nuevos gobernantes deben tener claro desde el principio que o la educación está en el centro de las políticas o no estaremos en ninguna parte.

viernes, 11 de noviembre de 2011

VAMOS A HABLAR DE LA BUROCRACIA

La Programación General Anual, el Plan de Acción Tutorial, la ficha individualizada de cada alumno y la ficha general de cada grupo por aula, la programación de actividades de acogimiento, la programación anual de aula, la documentación trimestral para la entrevista general con familias y para la entrevista personal con cada familia, las actas de las reuniones de ciclo y de la Comisión de Coordinación Pedagógica, las fichas de evaluación individual y global, el Informe de evaluación trimestral individual y global, el Informe de evaluación anual individual y global, la  ficha personalizada de alumnos con refuerzo educativo, las medidas, pautas, seguimiento y control de las entrevistas con padres, la ficha personalizada de alumnos con adaptación curricular significativa y no significativa, la documentación individualizada demandada por los equipos de Orientación y Equipos de Atención temprana, la programación previa y la justificación de las actividades extraescolares, el acta de cada reunión con los equipos de orientación y de atención temprana, reuniones del Consejo escolar, revisión, aportación de documentos e informes de los miembros de la comunidad escolar, la Memoria Final de curso por tutoría, ciclo y comisión pedagógica, la evaluación de centro, el Plan de Acción Tutorial…
Se me acaba el espacio, me quedan todavía dieciocho documentos más por nombrar y no he llegado a la Secundaria, así que voy a resumir este caos en una sola frase: ¡Hasta aquí hemos llegado!
Nadie ha demostrado la utilidad de esta avalancha burocrática para mejorar la calidad del trabajo docente. Por el contrario, conozco muchísimos centros ahogados por el intervencionismo administrativo, y a miles de profesores desbordados que, para cumplimentar informes, restan tiempo a la atención a sus alumnos y a la preparación real de sus clases. Agentes de una de las profesiones más creativas, están obligados a ceñirse a programaciones cerradas y no tienen apenas espacio para la imaginación.

Sin embargo, la autonomía, la creatividad, la flexibilidad, la adaptación a las circunstancias concretas de los alumnos y a las posibilidades de innovar que ofrece la actualidad cotidiana son grandes valores de la docencia. Cuando se pueden llevar a la práctica, aumenta la motivación porque la posibilidad de desarrollar la vocación mejora la aptitud. Y lo que transforma a un centro en innovador y activo no es una tonelada de documentos sino la suma del esfuerzo, la creatividad y el tiempo de las personas que lo constituyen.

En realidad, esta ingente cantidad de papeleo obedece a una tendencia que ha ido en aumento: la del control administrativo de la docencia hasta en sus pormenores más ínfimos. Todo lo que se hace en el aula debe estar controlado, supervisado, registrado, no como garantía de calidad de las prácticas educativas sino como una demostración de fuerza de la propia administración. Tal vez se hace presente de esta manera para justificar su ausencia cuando hay que sustituir bajas, completar plantillas o dotar de recursos.

Una de nuestras grandes paradojas es la difícil interacción entre el marco general de la política educativa,  tan disperso, y el marco cercano de la labor docente, tan intervencionista. La burocracia no es más que la desconfianza del sistema en la capacidad de los centros para gestionar su autonomía pedagógica y organizativa, sujeta, evidentemente, a la rendición de cuentas. Es también la desconfianza en el valor de cada docente en concreto, en su profesionalidad, en su creatividad y en su entrega. Por supuesto, existe una tercera clase de desconfianza, esta vez por parte de los propios claustros: la de que alguien esté interesado realmente en esos documentos, los valore y los lea.
Mejorar la calidad del sistema educativo implica, entre otras muchas cosas, reducir al mínimo indispensable la elaboración de informes, planes, programaciones y otros documentos y primar la dedicación específica a la docencia. Se trata de hacer,  y no  de perder horas y horas en escribir lo que se puede hacer o no.

Puede discutirse si disminuir el número de tareas burocráticas de los profesores va a mejorar el rendimiento académico de los alumnos, pero lo indiscutible es que vamos a atenderles más y mejor, vamos a poder dedicarnos más específicamente a quienes lo necesiten y vamos a desarrollar mejor nuestras propias potencialidades como creativos del conocimiento. 

Estoy segura de que una de las soluciones para nuestros problemas es potenciar tanto la imaginación como el rigor de los profesores. Me gustó escuchar, en la conferencia inaugural del Congreso Educared, al gran Ferrán Adriá afirmando que la solución a la falta de recursos es la creatividad y exponiendo para ella esta receta: pasión por lo que se hace, riesgo, afán por compartir, tiempo y libertad. 

Los docentes ya ponemos la pasión, las ganas de compartir y el riesgo. Necesitamos que nos concedan un poco más de tiempo y libertad. 

Por cierto, disminuir esta cantidad de papeles no cuesta dinero. 

Por favor, vamos a hablar de la burocracia.