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Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



lunes, 10 de octubre de 2011

CRONOS Y KAIRÓS DEL INICIO DE CURSO


Escribir en España es llorar, todavía hoy querido Larra. Escribir sobre educación, quiero decir.
Los políticos siempre niegan la realidad ante los micrófonos pero se recorta hoy como había crisis económica ayer. Se decapitan programas, disminuyen las plantillas de los centros y se está echando a la calle a miles de interinos que pierden a la vez el puesto de trabajo precario y la posible estabilidad de la oferta de empleo público. Son profesores preparados, que quieren dar clase, a los que el propio sistema incluyó proporcionándoles derechos y a los que ahora expulsa.

El caso es que las políticas educativas son de papel mientras los profesores no se hagan cargo de ellas, por eso las declaraciones despectivas que han acompañado a los recortes en la Comunidad de Madrid han humillado tanto a los claustros. Como dice un viejo proverbio alemán: pedí trabajadores, pero me mandaron personas.

No es solamente que hayan comparado a la enseñanza pública con la privada empleando argumentos que perjudican por igual a ambas redes; es que han querido enfrentar a la sociedad con el profesorado. Y eso es una grave irresponsabilidad. Abrir esta caja de Pandora nos puede costar muy caro a todos. Si no tengo motivos para confiar en la profesora con la que mis hijos conviven a diario, ¿por qué habría de tenerla en los desconocidos que componen una lista electoral? La educación es una relación personal que se basa fundamentalmente en la confianza. Igual que la política en una democracia.

En nuestro país hay 18.863 centros públicos y 8.532 centros privados. La mayoría absoluta de las familias españolas escolariza a sus hijos en la red pública de enseñanza, que no es alegremente gratuita sino que está pagada por todos los ciudadanos en la confianza - una vez más - de que así aseguramos la igualdad de oportunidades para nuestros hijos y para los de todos. No es incompatible con la red concertada ni con la privada – cuyos profesores comparten con nosotros muchos problemas de recursos, de masificación y de convivencia - pero es la más importante, la nuclear.  La enseñanza pública es una  pieza clave de nuestro contrato social. Quien aspire a gobernar a partir del 21 de noviembre tiene que defenderla. Desde ahora mismo.

Sin embargo, no deberíamos quedarnos solamente en este momento visto como cronos: la agónica sucesión de días y horas del curso que comienza en precario, la presión mediática segundo a segundo, las réplicas y contrarréplicas, las grandes protestas… Este tiempo convulso es también kairós, una oportunidad.

Lenta pero inexorablemente, la matrícula de los colegios privados disminuye por el impacto de la crisis en las economías familiares. Se empieza a notar ya el aumento de alumnos que están llegando a la pública, sobre todo en Infantil y en Bachillerato.  Es el momento de atraer a las familias a los centros públicos y convencerlas de que en ellos hay calidad, convivencia, resultados y profesores excelentes, los mejores de todos.

Un amigo me ha contado que hablaban en su instituto sobre la idea de colgar en la fachada una gran pancarta con las pérdidas. A mí me parece buen momento para colgar una pancarta con los proyectos. Se trata de encontrar el equilibrio entre la denuncia incansable de nuestros problemas y la defensa en voz alta de nuestra calidad. Centro a centro, tenemos que publicitar los logros, los resultados, los progresos, las iniciativas, las mejoras y no solamente las dificultades.

Estamos luchando por la supervivencia, por el auge y el sentido de la enseñanza pública. Nuestras armas son la voluntad de vivirla y de trabajar por ella. Y nuestro momento es, paradójicamente, la crisis económica.
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Este es el último artículo que he publicado en Escuela. Espero que os guste.

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